SERMÓN DEL APÓSTOL SIN FE-I
Miguel
Claro que, cuando se zambulle uno en la profundidad de la Biblia, puede encontrar cosas inimaginadas. Pero esta riqueza es, quizá, particular en el caso del episodio de Tomás, múltiple en aspectos contrastantes hasta poder servir de alimento a cualquiera. Yo os entrego mi sermón en seis veces, con espacio de un día entre ellas.
Del Evangelio de San Juan (20,19-29)
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con vosotros!” Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con vosotros!” Como el Padre me envió a mí, yo también os envío a vosotros.” Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos”.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!” Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!” Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.
Tomas respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”
Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”
– I de VI –
DE CUANDO EL ACELERADOR DE PARTÍCULAS EXPULSA A LA BIBLIA
El pasado día 3 celebrábamos la fiesta del Apóstol Tomás. Hablar de Tomás vale tanto como hablar de la civilización occidental de hoy. ¿Queréis que hablemos de la sociedad occidental de hoy?
Hablamos, pues, de una sociedad en la que el modelo de conocimiento único es la ciencia de matriz físico-matemática; ya sabéis: la de las matemáticas que los matemáticos nos dicen hoy que en absoluto son exactas, la física de las bombas atómicas sobre Hiroshima, etc. Ocurre que, oficialmente, pretenden ser exactas, sin fisuras, o bien que hasta hoy creían serlo. Es el caso que el modelo físico-matemático nos ha conducido a la minusvaloración de los demás modos de la ciencia y del conocimiento.
Y esto no es ni mínimamente razonable. El método que da resultados (y bombas) en una ciencia no tiene por qué emplearse en la ciencia de la tienda vecina. Porque los métodos de las ciencias se determinan por sus objetos, y esto es la gran verdad de Pero Grullo que como tontos del bote estamos dejando que nos escamoteen. Solo hay dos ciencias: la matemática, la física y, si acaso, las que en sus métodos se inspiren.
Los demás, al paro. No tienen valor la lingüística, la pedagogía, la filosofía, la historia, la medicina. No tiene valor la fe, que no es ciencia, pero sí modo de conocimiento. No tiene valor la teología. Y esta exclusión se debe a que el modelo físico-matemático tiene (se pretendía que tenía) el tótem de la ciencia de hoy: evidencia, certeza. Que es, si bien se mira, una cualidad presente en el científico, no en lo que este observa. La ciencia objetiva esgrime sus derechos sobre una base subjetiva.
Tomás es el Apóstol que necesita certezas y evidencias. Tomás es figura de hoy. Muchos de los nuestros exigen, para creer, certezas como la de resolver una ecuación o tocar con las manos un paquidermo.